Jesús de Nazaret, un revolucionario radical y rebelde antisistema
Siempre a lo largo de los tiempos la historia se ha escrito al
dictado de los poderosos, o sea, de los vencedores. Tan sólo con la llegada de
la multitud al escenario político y el advenimiento de las democracias ha
comenzado a cambiar la escritura de la historia. Pero aún falta mucho quehacer
porque los mitos, crónicas y documentos antiguos muestran una realidad que cede
todo el protagonismo a los príncipes y olvidan a quienes constituyen el grueso
y fundamento de la sociedad. ¿Qué habría sido de Roma sin las muchedumbres de
esclavos y plebeyos que movían su economía y nutrían sus legiones? ¿Y de Egipto
sin los innumerables campesinos que roturaban y labraban la tierra cuando el
Nilo se retiraba?
Nuestra sociedad contiene una
formidable falsedad desde antes que surgieran los actuales estados europeos:
La conversión de Jesús de Nazaret, de un rebelde antisistema o
revolucionario radical que era, en el Salvador o Mesías de ultratumba.
Mesías llegó a proclamarse al parecer cuando le preguntó el Sumo Sacerdote:
26:63 Pero
Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: "Te conjuro por el Dios vivo a
que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
26:64
Jesús le respondió: "Tú lo has dicho...
Pero esta palabra tenía para los judíos el significa de ungido y
por derivación el de caudillo o rey, porque en su proclamación eran ungidos con
óleos.
Naturalmente quienes confiaban en el carácter revolucionario del
Nazareno esperaban la liberación como algo próximo y mundano:
De
cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca (Mateo 16:27-28; Marcos 9:1;
Lucas 9:27).
Esperad, pues,
también vosotros con paciencia y esforzad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca
(Epístola de Santiago el Justo 5:8).
Ya Moisés, un Mesías libertador efectivo (recuerden
cómo liberó a los judíos de la esclavitud egipcia y los condujo a su nueva
patria), fundamentó la
relación con Dios en la ética en vez del culto, como era lo habitual en todas
las religiones, pero el Maestro Nazareno dio un paso más y enunció una doctrina
absolutamente revolucionaria cuando manifestó que:
El sistema económico y social condiciona la ética, o sea, según
qué lugar se ocupa en el sistema socioeconómico es imposible tener una conducta
ética y salvarse por tanto.
Dicho de otro modo:
El sistema socioeconómico nos hace criminales o víctimas.
Así se lo explicó al joven rico cuando le preguntó qué debía
hacer para obtener la vida eterna (Mt. 19,24):
19:21
Jesús le dijo: Si quieres ser
perfecto, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el
cielo. Luego ven y sígueme.
19:22
Escuchado lo cual el joven se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
19:23 Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: De cierto os digo que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
19:24 Otra vez os digo que es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
reino de Dios.
Y aún había
manifestado antes (Mt.
6,21):
6:19 No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que los corroen, y
ladrones que cavan y hurtan;
6:20 sino guardad más bien vuestros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los
ladrones no cavan ni hurtan.
6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón.
Subrayo: Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón. Es el mismo concepto de alienación económica que
dos milenios después desarrolló Karl Marx:
«La propiedad
privada ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio... Pero el precio del trabajo, como el de toda mercancía, es igual a su
coste de producción» (Manifiesto del Partido Comunista).
Pero, luego de la condena y muerte
del nuevo Mesías, libertador de los pobres, la Iglesia soslayó su doctrina
revolucionaria, se alió con los ricos y abandonó a los pobres. ¿O fueron los
ricos quienes, ante la imposibilidad de vencerla, se infiltraron en la Iglesia
y la adaptaron a sus necesidades? Sea como fuere, el caso es que la Iglesia
cambió de bando, le dio al amor un sentido místico e individualista, trasladó
la liberación, a la que llamó salvación, a un tiempo y lugar remoto e
improbable, y se parapetó en un dogma que recoge y elabora algunos de los mitos
egipcios y griegos: la inmortalidad de ultratumba, el juicio final con premio y
castigo, el dios hombre, hijo del dios supremo y una mortal. Recuerden:
· El juicio final ante el tribunal de Osiris.
· Horus era hijo de Osiris, un dios
muerto y resucitado, y una madre virgen, Isis.
· Dionisos, hijo de Zeus, señor del Olimpo y
padre de los dioses, y Sémele, hija de Cadmo, rey de Tebas. Es el único de los dioses olímpicos hijo de una mortal.
· Herakles, era hijo de Zeus y Alcmena, hija del rey Electrión de Micenas.
· Perseo, hijo de Zeus y Dánae, hija de Acrisio, rey de Argos.
Todo ello explicado con un arte fastuoso, visual, sonoro e
incluso oloroso, las cofradías sevillanas son un claro ejemplo de ello, y una
liturgia alucinógena, en que se rinde a Dios, el supuesto Padre, un culto
semejante al que se rendía al faraón o a los déspotas orientales.
«El grado de fiabilidad que se concede a los evangelios depende
de los estudiosos. La opinión más extendida es que son principalmente
textos apologéticos, es decir, de propaganda religiosa, cuya intención
principal es difundir una imagen de Jesús acorde con la fe de las primitivas
comunidades cristianas, pero que contienen, en mayor o menor medida, datos
acerca del Jesús histórico» (WIKIPEDIA).
O sea, nuestra cultura cristiana lo es según
el mito forjado por la Iglesia, Pablo de Tarso, ciudadano romano, fue el
principal artífice, para adaptar la doctrina del Nazareno al Imperio y la
sociedad esclavista romana, o sea, el dogma, que sigue los mitos religiosos de
la época, y el culto, aunque no el mensaje radical del Nazareno.
Pero, advierte el Nazareno en Mateo (7, 15-20), que conocía la
habilidad de los poderosos e intuía lo que podía suceder:
15 «Tengan cuidado de los falsos
profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces.
16 «Por sus frutos los reconocerán.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?»
O sea, la liberación o era real y efectiva o no lo era, y además
estaba próxima, tanto que «no
pasará esta generación hasta que todo esto acontezca», «porque la venida del Señor está cerca».
Pero no hubo tal liberación, sino
que los falsos profetas la trasladaron a un mundo irreal e improbable, que
hundía sus raíces en la mitología de la época.
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