30 de mayo de 2007

Confusión política y despiste electoral

Escucho y leo a jóvenes que suelen votar al mejor gestor o que votan a uno u otro partido según las circunstancias, muy cambiantes en los tiempos que corren, dicen. Sin duda, hace veinte años no teníamos red mundial ni telefonía móvil, pero, no ya la circunstancia, sino la estructura fundamental del sistema social es la misma y quien no lo ve es que no sabe a qué partido juega ni cual es la portería contraria.

Desde hace seis o siete mil años los poderosos se enriquecen a costa del trabajo de los humildes, o sea, la estructura básica del sistema nos muestra una sociedad dividida en dos grandes grupos, explotados y explotadores, y la política se ajusta como un guante a semejante orden social. Hace dos siglos el capital tomó el poder político y desde entonces ese antagonismo radical se da entre el capital y el trabajo, el reciente conflicto de la multinacional Delphi en El Puerto de Santa María lo ha puesto en evidencia una vez más, por si alguno no lo hubiera notado.

Sucede que el mundo actual es muy complejo, tenemos internet y móviles, muchos asalariados tienen incluso televisor de plasma, un segundo o tercer coche y una segunda vivienda para las vacaciones, y eso despista. Una propaganda masiva y omnipresente nos hace creer que la felicidad consiste en consumir cuanto más mejor y la sociedad de consumo se ha instalado entre nosotros como si fuera el paraíso en la tierra, aunque no todos alcanzan sus beneficios.

Que desde que la democracia se triunfó en los Estados de nuestro entorno, gracias a la lucha permanente de los partidos obreros o de izquierdas, los partidos de derechas, es decir, del capital, han asumido parcialmente algunas de sus reivindicaciones para atraerse al electorado y han contribuido a crear una ruidosa confusión que favorezca sus intereses. Ya no hay izquierdas ni derechas, suelen decir, sólo gobiernos eficaces o ineficaces, dando por supuesto que todos queremos jugar al fútbol, pero a los que pretendemos hacer ciclismo no nos interesa un entrenador de fútbol, por muy bueno y eficaz que sea. No es casual que en la sociedad más rica del planeta, EEUU, la diferencia entre ricos y pobres sea abismal y los trabajadores esten menos protegidos que en la mayor parte de los países de la UE. Naturalmente allí no hay partidos de izquierdas. En cambio los países del norte de Europa, donde la izquierda ha gobernado durante muchos años, están a la cabeza del desarrollo social y cultural.

El problema no es de gestión, aunque también (la derecha tiene buenos gestores, lleva muchos siglos gestionando y formándose para gestionar), ni de circunstancias eventuales, sino de objetivos a largo plazo o estratégicos que la derecha no puede cumplir porque son contrarios a su naturaleza y modo de ser.

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